Por: Wendy Ramos Niño - Comunicadora estratégica
Hace 20 años un amplio número de la población colombiana se informaba a través de los medios masivos de comunicación, las emisiones de noticias hacían parte del menú tradicional en el desayuno, en el almuerzo y en la cena. Informarnos a través de los medios masivos era creer que no había nada más allá de esas afirmaciones que con gran elocuencia nos mostraban, o escuchábamos en la radio.
Pero estamos en 2023, a diferencia de nuestros padres o abuelos, hoy nos informamos -o desinformamos- de formas diferentes y en medio de los debates que pueda generar esta afirmación, tenemos un cierto nivel de diversidad para elegir qué vemos y qué no, y con esa idea sería más sencillo vivir, pero la realidad es otra y la teoría de la comunicación de la aguja hipodérmica nos baja a la realidad: Somos receptores pasivos de mensajes que moldean nuestra percepción e inconscientemente hay una repercusión en nuestros hábitos, conductas sociales y creencias.
No dimensionamos el nivel de persuasión que tienen los medios de comunicación sobre nuestras vidas, muchas/os nos asumimos seres críticos, que ya no consumimos medios masivos porque encontramos en las redes sociales o en otros canales alternativos las respuestas, y aunque suene un poco cruda mi visión es que no, en medio de esas diversidad de miradas que nos encontramos en redes sociales, o en espacios digitales y análogos seguimos siendo víctimas de esta “aguja invisible” que permea muchas de las decisiones que tomamos.
Toda esa carreta para resaltar la importancia y el papel que tienen los medios de comunicación y esa enorme responsabilidad que les compete en momentos tan importantes como lo son las elecciones territoriales. ¿Qué nos hemos encontrado estos meses? Un alud de sobreinformación vacía, noticias falsas, imágenes alteradas, datos engañosos que confunden a la ciudadanía, sumado a la ausencia de un verdadero debate de ideas políticas, y es que las personas ya no saben qué noticia es real, qué nota es una invención y qué titular es engañoso. Esa tendencia se refuerza cuando un sector de la prensa tradicional ha asumido como principal indicador de su éxito el número de clicks generados por encima de la calidad de la información presentada.
Ni hablar de los “debates” de los grandes medios de comunicación, ha faltado un mayor equilibrio y responsabilidad en la preparación de las preguntas que se le realizan a las candidaturas, las cuales deberían estar enfocadas en las necesidades de la ciudadanía y en la visión de ciudad que estas tienen, ¿pero qué nos encontramos en algunos de estos espacios de debate? Preguntas que siguen cayendo en los lugares comunes de siempre, con poca investigación y en las que se priman temas de la vida personal de las candidaturas que son irrelevantes, o aquellos temas polémicos con los que se casan los medios y no se habla de nada más. Los medios deben ser traductores de esas propuestas complejas que nadie entiende de las candidaturas, desglosar cada una con el propósito de hacer pedagogía.
El enfoque regional de los medios de comunicación en esta coyuntura electoral ha sido deficiente, y es que desde Bogotá nos es fácil creer que todo el país habla de nosotras nuestras necesidades. Esa mirada centralista nos ha aislado de comprender los contextos regionales tan diversos que tiene Colombia. El uso de lenguajes técnicos o institucionales está alejando a la gente. Además, qué pereza tener que ver todos los días en noticias candidaturas de Bogotá, Cali y Medellín y ni siquiera vivir en ninguna de esas ciudades, pero poco o nada se piensa en los territorios. Así, se va perdiendo el carácter pedagógico que hace parte de esa función social que deben cumplir los medios de comunicación.
Los cubrimientos mediáticos han sido insuficientes, retomando la idea anterior, no es lo mismo lo que ocurre en Cali a lo que pasa en Buenaventura, que aunque territorialmente tienen cercanía, tienen unos contextos políticos, sociales y económicos totalmente diferentes. Los medios de comunicación deben llegar a aquellos municipios históricamente olvidados y marginados. Y acá viene otro punto importante, deben existir garantías por parte del Estado para que el ejercicio periodístico no genere vulneraciones a la integridad de quienes lo ejercen. Con esta premisa llegamos al punto central de este tema: Hay una responsabilidad colectiva en el momento de garantizar un cubrimiento amplio de las elecciones territoriales, en el que se vean recogidas las necesidades de la ciudadanía en lo rural y lo citadino, haciendo un análisis sobre las visiones y propuestas de ciudad de las candidaturas y generando una pedagogía sobre cómo funciona lo público, el Estado y el impacto en la ciudadanía.
Y sí, sabemos que los grandes medios masivos no hacen bien la tarea, pero acá hay un ejercicio colectivo, que nos compete a todas, todos y todes. De parte de los medios de comunicación a brindar información plural, amplia, responsable, verídica y oportuna; desde el Estado por brindar garantías de seguridad para quienes hacen periodismo; y desde la ciudadanía la responsabilidad estudiar, comprender y hacer veeduría a quienes elegimos y saber que de ello depende el bienestar y futuro en mi municipio o ciudad.
En ese camino colectivo nos falta aún mucho por recorrer, y la verdad es que los grandes medios no están colaborando en esa tarea. Otro vacío es el análisis de las candidaturas y el andamiaje que los soporta y los intereses socioeconómicos que los avalan. Es fundamental que la ciudadanía conozca quiénes están detrás de las candidaturas que nos hablan, cuáles son las alianzas políticas que hay entre los diferentes candidatos, quiénes los respaldan, cómo se financian sus campañas, y cómo se relaciona con sus programas de gobierno. Todos los eslogan de las campañas suenan muy lindos, pero también es tarea de los medios llevar a la ciudadanía información sobre qué y quiénes están detrás de esas candidaturas. De eso poco hemos visto, con algunas excepciones de medios digitales que se han tomado en serio la investigación y su importante papel pedagógico.
Estas son las primeras elecciones territoriales que tenemos en el marco de un gobierno progresista, hay que estar a la altura y actualizarnos con lo que implica ese momento no solo para Colombia, sino para Nuestra América.
Los medios de comunicación cumplen una función social, el periodismo es un servicio público, y deben aportar al debate democrático y constructivo de país. Por supuesto hay que hacer críticas cuando las cosas no van bien, pero debe existir una crítica constructiva, de verdadero análisis y desde diversas miradas.
El ejercicio pedagógico es ahora, cómo votar no puede ser solo un ejercicio pedagógico de los partidos o la Registraduría, sino un compromiso social de los medios, y después de las elecciones hay que continuar y hacer ejercicios rigurosos de investigación periodística, hay que escuchar a la sociedad civil organizada que lleva décadas hablando de estos temas y que han recopilado investigaciones y análisis que merecen tener llegar al grueso de la población, ahí deben estar los medios: siendo parlantes y propiciando el debate público que merecemos.
Y por acá sigue esta misión colectiva, claro que los medios deben hacer su tarea, pero desde la ciudadanía debemos ponerle la lupa a los planes de desarrollo a nivel territorial, y a la implementación de esas propuestas de campaña, también es nuestro deber ser vigilantes y hacer control a quienes hemos elegido.
Mientras tanto será tarea y apuesta seguir exigiendo calidad y rigurosidad a los medios de comunicación, podemos y debemos alcanzar que los medios sean mediadores de la democracia, están en deuda y deben recuperar esa confianza que se ha perdido en las últimas décadas, porque con aguja o no, ya no comemos entero.
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