Opinión

No es una guerra es un proyecto colonial de Israel contra Palestina

10 minutos

Publicado: 19/06/2024

Autoría: Omar Pacheco

La narrativa hegemónica sobre lo que ha pasado en Palestina ha construido un análisis sobre una guerra simétrica entre dos estados, con ejércitos constituidos y que se ha sostenido durante más de cien años en Palestina. 

Los países de Europa occidental durante siglos banalizaron la historia del colonialismo y la crudeza de la violencia con la que ocuparon territorios, asesinaron y sometieron pueblos originarios, saquearon recursos y riquezas, justificaron atrocidades calificando a lxs otrxs como irracionales, desde el pensamiento positivista que configuró el racismo y con ello la posibilidad de universalizar y blanquear el pensamiento plural del mundo imponiendo un sistema de pensamiento desde occidente. 

Todo esto no ha tenido consecuencias contra las potencias colonizadoras de Europa de occidente, cuyas riquezas y poderíos se forjaron sobre el genocidio y epistemicidio de pueblos de todo el sur global, sin que ello haya tenido repercusiones hasta hoy, más allá de la sanción social que han reclamado pueblos originarios en todo el mundo desde las artes, la academia, la literatura, la política y la comunicación propia, poniendo en tensión el único relato oficial de occidente y con ello una disputa sobre la historia y su hegemonía. 

Lo que ha ocurrido en Palestina no es otra cosa diferente a querer buscar un pretexto que justifique la ocupación colonial del territorio para occidentalizar Oriente Próximo y con ello posicionar una potencia heredera de los valores eurocéntricos. “El objetivo de cualquier proyecto de colonialismo de asentamiento consiste en crear una nueva sociedad de migrantes colonizadores a costa de otra, la comunidad indígena”, menciona Itxaso Domínguez en Palestina. Ocupación, colonización, segregación.

Desde el Mandato británico que apoyó al movimiento sionista en su estrategia por ocupar Palestina en 1917 con la declaración del ministro de exteriores Arthur Balfour, en la que dijo: “El establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío”, no solamente le dio el “respaldo al objetivo de Theodor Herrzl de dotar a los judíos de su propio Estado, su propia soberanía y el control por la inmigración palestina” (Rashid Khalidi)*,  tampoco reconoció a las personas palestinas como un pueblo soberano, sino que fue reducido en la declaración a “los no judíos”, dejando fuera de lo discursivo, y por ende de la construcción de la realidad, a la inmensa mayoría de la población árabe que representaba el 94% de Palestina. 

Está omisión tiene toda una carga política la cual implicó que los judíos (el 6% de la población para la época), fueran reconocidos como propios en territorio ajeno por la agencia colonizadora del Mandato británico. “Balfour les reconociera derechos nacionales” y políticos a los judíos, lo que se le negó al 94% árabe a los cuales les prometió derechos civiles y religiosos, sin ninguna autodeterminación como pueblo histórico en su territorio. De un plumazo occidente despojó a las y los palestinos de su identidad territorial, de su historia, su cultura, su religión, sin nunca tener en cuenta sus deseos. Una arbitrariedad racista y colonial de occidente que en los análisis sobre la cuestión palestina no se contempla, sino que se ha banalizado y reducido. 

De acuerdo al libro Palestina. Ocupación, colonización, segregación, “esta narrativa, combinaba elementos de misticismo y religiosidad, pero también de esencialismo y referencias constantes al estatus de insuficiente civilización de la población indígena, los palestinos, y el potencial modernizador que la presencia de inmigrantes judíos tenía para estos, el territorio, e incluso la región en su conjunto.

Así como el colonialismo la asimetría de lo que ha paso en Palestina ha jugado un papel fundamental. Dentro de la narrativa hegemónica se habla de dos pares disputando un territorio, lo cierto es que desde su origen, como lo plantea Itxaso Domínguez, en las partes hay un Estado militarizado, además apoyado por potencias colonizadoras (primero estrechamente por Gran Bretaña y ahora por Estados Unidos), y “un pueblo sometido a décadas de desposesión”. 

La asimetría se ha dado en múltiples campos como lo ha sido la memoria histórica de la opresión contra el pueblo palestino. Entre el final del Mandato británico (de la colonización británica) y el establecimiento del Estado de Israel (1948), ocurrió la Nakba, que significa catástrofe o desastre para el pueblo palestino. Durante esa temporalidad, y como lo detalla Ilan Pappé en su libro La limpieza étnica de Palestina, a costa de un proyecto político occidentalista se llevó a cabo una ocupación a todo nivel, destrucción de aldeas, desplazamiento forzado, masacres (como la de Deir Yasin que dejó aproximadamente 250 personas masacradas y la de Haifa con un saldo de aproximadamente 150 personas asesinadas), expolió de tierras, y lo que a toda costa fue un plan de limpieza étnica por parte del sionismo organizado continuado hasta hoy 77 años más tarde.

*Tomado del libro: Palestina Cien años de colonialismo y resistencia de Rashid Khalidi.

En el Plan Dalet del primer ministro de Israel David Ben Gurion, quedó registrado el objetivo del sionismo “limpiar Palestina y asegurarse que los árabes no pudieran obstaculizar la toma del país por parte de los judíos”. Con Dalet “se diseñó una verdadera operación de ingeniería demográfica —en última instancia, limpieza étnica — que dio sus primeros pasos antes de que Israel declarara unilateralmente su independencia” menciona Itxaso Domínguez en su libro. 

Esto ocurrió ante la mirada de los británicos entre abril y mayo de 1948 a manos de la milicia clandestina judía (la Haganá), periodo de tiempo en el que comenzó la demolición de aldeas y sobre ellas construyeron las colonias israelíes.

De acuerdo con Pappé, además de la construcción de colonias había una apuesta por “hebraizar la geografía de Palestina con expertos en estudios bíblicos y arqueólogos, recreando y cambiando de nombre a los lugares ocupados y destruidos por Israel”. Un epistemicidio llevado a cabo por Israel asociado a una política de la desmemoria de la Palestina histórica.

De acuerdo con el libro Palestina. Ocupación, colonización, segregación: “se estima que la mitad del total de palestinos desposeídos había sido expulsada antes incluso de que comenzara la primera guerra árabe-israelí (1948-1949), demostrando así que la contienda no explica tales movimientos, tal y como defiende la versión hegemónica”.

Para las personas palestinas la Nakba “se ha convertido en un presente eterno, además de un núcleo de resistencia, en lo que los palestinos denominan la “Nakba continua” marcada por los procesos continuos y multidimensionales de judaización y despalestinización, considera Domínguez. 

Las personas académicas que han estudiado  el proceso colonial en Palestina dicen que dista del que “ambiciona la explotación y domesticación del indígena, sus tierras y recursos”, porque se ha centrado en el territorio con el “objetivo de eliminar sociedades indígenas”, plantea Patrick Wolfe.

De acuerdo a lo anterior, uno de los pilares que representa al proyecto colonial del Estado de Israel es “la eliminación del nativo como objetivo, una eliminación y violencia estructural que adoptan formas tanto corpóreas como no corpóreas, desde la limpieza étnica hasta la deshumanización y negación de la existencia y dignidad del pueblo palestino”, explica en su libro Itxaso Domínguez.

Para Rashid Khalidi en Palestina Cien años de colonialismo y resistencia “establecer la naturaleza colonial del conflicto ha resultado extremadamente difícil dada la dimensión bíblica del sionismo, que presenta a los recién llegados como la auténtica población autóctona y como los propietarios históricos de la tierra que han colonizado”. Así las cosas, siguiendo a Khalidi, en la narrativa israelí la población de la Palestina histórica “ aparece como un elemento ajeno al resurgimiento, tras el Holocausto, de un Estado - nación judío (...) en este noble y elevado escenario los palestinos no son más que indeseables intrusos”. 

La deshumanización de la población palestina ha facilitado su eliminación, dado que el relato sobre el que se forjó el Estado de Israel los lee como invasores de su territorio e inferiores a la identidad judía heredera de los valores racionales de occidente. 

A los ojos de occidente, “Israel les parece un Estado - nación tan normal como cualquier otro, enfrentado a la hostilidad irracional de unos musulmanes intransigentes y a menudo antisemitas. La difusión de esa imagen constituye uno de los mayores logros del sionismo y resulta vital para su supremacía” explica Rashid Khalidi en Palestina. Cien años de colonialismo y resistencia.

Esto le ha permitido a Israel forjar su imagen de ser “víctima de un conjunto de Estados vecinos que le son hostiles” con los que sostuvo “las guerras árabe israelíes en 1948, 1956, 1967, 1973”, comenta el profesor Mauricio Jaramillo Jassir, en entrevista para este medio. 

Para el profesor de estudios internacionales y políticos de la Universidad del Rosario, Mauricio Jaramillo, “Israel con el argumento de que está en riesgo su seguridad, y que desde los territorios ocupados, Cisjordania, Jerusalén oriental y la Franja de Gaza, se gestan amenazas en contra de su seguridad, entonces necesitan tener el control de esos territorios”. 

Toda esa visión racista aunada al sueño de algunos sectores de la ultraderecha israelí representada por el primer ministro Benjamín Netanyahu, con el Gran Israel (Eretz Israel), “que es un Israel que borre a los palestinos, que los saque de ese territorio y ahí hemos visto en el último tiempo de manera como colonos siguen expulsando palestinos de esos territorios” comenta Jaramillo. 

Las estrategias para llevar a cabo el plan colonial tienen que ver con un conjunto vulneraciones a los derechos humanos, exacerbadas desde el 7 de octubre de 2023 luego de que Hamás atacará y asesinará de manera sorpresiva a civiles israelíes, lo que ha funcionado como justificación para poner en marcha lo que la opinión pública internacional ha calificado como un genocidio. 

La ocupación del territorio palestino por parte de colonos ha sido una de las estrategias sostenidas en el tiempo. De acuerdo con Human Rights Watch (HRW), la ocupación de Israel a Palestina ha estado marcada por graves violaciones al derecho internacional y a los derechos humanos. Entre las vulneraciones que recoge HRW se encuentran “ejecuciones ilegales; desplazamiento forzado; detención abusiva; cierre de la Franja de Gaza y otras restricciones injustificadas a la circulación; y el desarrollo de asentamientos, junto con políticas discriminatorias en detrimento de la población palestina”. 

“La fuerza, [ha sido la estrategía más evidente utilizada por el Estado de Israel y sus colonos]. Son los bulldozer demoliendo sus casas, los disparos, las detenciones administrativas, es decir la intimidación directa, la violencia”, explica el profesor Jaramillo.

Pero no ha sido la única estrategia utilizada. Mauricio Jaramillo comenta que Israel ha creado todo un Estado de derecho que permite que se desarrolle la limpieza étnica, el apartheid y las múltiples vulneraciones a los derechos humanos. “Yo tengo la tesis de que Israel es un estado totalitario. Ha desarrollado un derecho y hay una serie de instituciones que aunque sean independientes del Ejecutivo como la Corte Suprema de Israel, avalan ese proceso de limpieza étnica”. Y agrega Jaramillo, “ es entonces lo que hemos visto, por ejemplo, en Jerusalén Oriental, lo que hace la corte es avalar que saquen, que haya expulsiones de palestinos(...), avalar la violencia de los colonos, permitir que los colonos lleguen le peguen, humillen, maltraten a los palestinos, apoyados muchas veces por los soldados o por los policías israelíes, y la corte no los juzga, la corte no suele hacer nada”. 

HRW ha denunciado que las autoridades israelíes han expropiado miles de acres de tierras palestinas para los asentamientos y su infraestructura. También imponen requisitos engorrosos y discriminatorios “como el hecho de que es prácticamente imposible para los palestinos obtener permisos de edificación en Jerusalén Oriental y en el 60 % de Cisjordania que está bajo el control exclusivo de Israel”, lo que “en la práctica han obligado a los palestinos a abandonar sus casas o a construir exponiéndose al riesgo de que sus estructuras “no autorizadas” sean derrumbadas con topadoras. 

De acuerdo con Amnistía Internacional, después del 7 de octubre de 2023, las autoridades israelíes aumentaron las restricciones a la libertad de circulación en la Cisjordania ocupada y aplicaron leyes y políticas de segregación, privación y desplazamiento forzado que intensificaron el opresor sistema de apartheid impuesto contra la población palestina en Israel y los Territorios Palestinos Ocupados”.  

Sólo en Gaza, 1,9 millones de personas palestinas, de una población de 2,2 millones, se vieron obligadas a desplazarse debido a las ofensivas israelíes. Aumentó la violencia de los colonos respaldada por el Estado.

La administración militar del territorio aunado a leyes, políticas y prácticas que oprimen deliberadamente a la población palestina y funcionan para asegurar la dominación israelí judía en Israel y los Territorios Palestinos Ocupados (TPO)”, han sido calificadas como un apartheid por Amnistía Internacional y organizaciones defensoras de los derechos humanos en el mundo. 

Esta administración del territorio incluye todo un derecho racista, que segrega, clasifica y dota de derechos a unos palestinos sobre los otros lo “que hace imposible que muchas personas palestinas construyan viviendas. También permite demoliciones masivas de viviendas construidas sin un permiso que se niega habitualmente a la población palestina” (Amnistía Internacional). 

En la declaración de independencia de Israel se garantizaba “la completa igualdad de derechos políticos y sociales a todos sus habitantes sin diferencia de credo, raza o sexo”, pero en los años posteriores, como menciona Khalidi en su libro, se aprobaron e implementaron docenas de leyes perjudícales basadas en la desigualdad de derechos. 

Con la ley fundamental de Israel como Estado nación del pueblo judío para Khalidi “institucionalizaba la desigualdad jurídica entre los ciudadanos israelíes al arrogar el derecho de la autodeterminación nacional exclusivamente al pueblo judío -degradando así el estatus árabe- y declarar el asentamiento judío un valor nacional con precedencia sobre otras necesidades”.

Es necesario ver la cuestión Palestina desde lo que es, un colonialismo de ocupación y “evidenciar la verdadera naturaleza del conflicto como un paso necesario si se pretende que los palestinos y los israelíes realicen la transición a un futuro poscolonial en el que un pueblo no utilice el apoyo externo para oprimir y suplantar al otro” - Rashid Khalidi en Palestina. Cien años de colonialismo y resistencia.

Es prudente que dentro de las lecturas que se aborden para explicar lo relacionado con la cuestión palestina se haga desde lo que es y ha sido desde hace más de 100 años, a la luz de la ocupación colonial, del desarrollo de una limpieza étnica y el apartheid en el que se ha clasificado a las personas palestinas, dividiendo su territorio y probado políticas que les niegan la autodeterminación, lo que imposibilita su reconocimiento y por lo tanto la garantía de sus derechos. Así mismo hay que descolonizar los discursos racistas que relatan a la población árabe como irracional e incapaz de asumir la gobernanza de sus Estados, que narran a las y los palestinos como un pueblo derrotado y no como un pueblo en resistencia que no se ha dejado borrar del mapa. 

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