Autoría: Julian Bautista, Omar Pacheco, María Bruce y Laura Bautista
Mucho se ha hablado sobre el impuesto a las bebidas azucaradas que propone la reforma tributaria del Gobierno de Gustavo Petro. Los medios han puesto el foco, sobre todo, en cómo el posible impuesto a los alimentos y bebidas ultraporecasadas afectarían o no la economías, a los tenderos y a las clases populares. Sin embargo, poco se ha hablado en términos de salud pública y del derecho humano a la alimentación adecuada del gravamen, y mucho menos de la calidad de este tipo de productos, que están lejos de ser alimentos y mucho más de ser saludables.
Un gobierno que se jacte de ser garante de los Derechos Humanos, no debe perder de vista el Derecho Humano a la Alimentación Adecuada, que consiste, en el “deber ser de la humanidad por recibir o por tener la oportunidad de alimentarse de manera saludable a largo, mediano y corto plazo. Es el hecho de tener acceso a alimentos saludables y poder consumirlos porque puede ser que tengan acceso, pero no los consumen”, según nos lo explicó Mercedes Mora nutricionista de la Universidad Nacional de Colombia y magíster en Nutrición Humana de la Universidad de Londres
Para la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), una alimentación adecuada debe componer al menos estos elementos:
Por esta razón al hablar del impuesto a las gaseosas, refrescos, endulzantes, energizantes, y demás ultraprocesados) también se está hablando de un impuesto saludable, que pretende tener efectos directos en la salud pública.
Uno de los argumentos de quienes se oponen al impuesto a las bebidas azucaradas es que se está gravando un artículo que hace parte de la canasta familiar. Sin embargo, es necesario en este punto diferenciar la canasta familiar en Colombia de la canasta alimentaria.
La primera, la canasta familiar, se calcula según criterios de demanda y el peso de cada artículo dentro del gasto que dedican los hogares al consumo. La segunda, la canasta alimentaria, si bien hace parte de la canasta familiar, es aquel grupo de alimentos que proveen de manera suficiente vitaminas, calorías, minerales y fibra para garantizar una alimentación adecuada. Por ejemplo, si la cerveza es un producto que representa un gran porcentaje del gasto en el consumo de los hogares, entonces este producto será parte de la Canasta Familiar, pero no de la canasta alimentaria pues no es un alimento que garantice una alimentación adecuada.
La profesora Mercedes Mora nos cuenta que las bebidas azucaradas aportan generalmente calorías vacías, las cuales son calorías vacías que aportan en su mayoría azúcares sin vitaminas, ni minerales, ni fibras, ni nutrientes, algo que sí hace por ejemplo un jugo natural. De tal manera, una bebida azucarada no es un alimento, es un producto bebible.
Las personas siguen consumiendo bebidas azucaradas, a pesar de lo nocivo para su salud, debido al éxito del marketing y la publicidad que hay detrás de esta industria. Una publicidad muy bien hecha que apela al nacionalismo, a la vida saludable o a la juventud, entre otras cosas, que además no ofrecen información de lo dañinas que son para el cuerpo a las y los consumidores.
“Hay una publicidad que invita a tener un consumo de estas bebidas y esa publicidad es muy fuerte, muy bien trabajada desde el punto de vista de la publicidad, como Coca-Cola y sus ositos, Colombiana La nuestra, Postobón con los ciclistas”, afirma Mercedes Mora.
Hablamos con Red Papaz, quienes han emprendido una lucha a través de la ley de comida chatarra y la campaña #NoComaMásMentiras, con el fin de que la población colombiana tenga la información suficiente de lo que están consumiendo. Sobre la publicidad y su efecto en el consumo de estos productos nos dijeron:
“Esas tácticas de mercadeo que se utilizan están diseñadas para que las personas consuman estos productos y teniendo en cuenta las características de esos productos hacen que ese consumo sea excesivo. El problema que hay con la publicidad es que desplazan el consumo de agua y de alimentos reales como frutas y verduras. Entonces la gran preocupación que tenemos con la publicidad es este desplazamiento que hace de los alimentos reales”.
Hay suficiente evidencia científica de los efectos nocivos para la salud humana del consumo excesivo de las bebidas azucaradas ultra procesadas. No obstante, este no es el único problema que causa esta industria en Colombia. El Colectivo José Alvear Restrepo en una investigación demuestra cómo el abastecer dicha producción ha generado serios problemas de acceso al agua en diferentes partes del país.
El el 2015 cuando Postobón usó 3,17 litros de agua para crear un litro de bebida, Brown y Roa-Garcia de la Universidad Nacional encontraron en su investigación sobre concesiones de agua en Colombia que en más de la mitad de las concesiones de agua de los departamentos del país están tan desigualmente distribuidas como la tierra.
Postobón afirma que la reducción en el consumo de agua es consistente con el compromiso de la empresa, entre otras cosas, con el cuidado del recurso hídrico como parte de su objetivo de ser más ecoeficientes. Sin embargo, han sido criticados por hacerlo solo para mejorar su imagen y, como tal, mejorar susingresos.
“Que se proponga reducir la cantidad de agua que emplea, no significa que los conflictos por el agua con las comunidades se hayan reducido, cuyo motivo es precisamente el acceso a ella. En realidad, el enfoque eficientista de Postobón elude comprender las problemáticas del agua desde la perspectiva de los territorios y con un enfoque genuino de derechos.”
A pesar de esto en estas iniciativas hay serias contradicciones. La más grande tiene que ver con el hecho de que Postobón no solo usa enormes cantidades de agua en su producción, sino que al mismo tiempo, en el nombre de 'hacer el bien', pide a las y los colombianos que donen a las comunidades que tienen una escasez de agua segura.
Por ello desincentivar el consumo de bebidas ultraprocesadas, no solo ayudaría a la salud pública, sino reduciría la conflictividad de acceso al agua en muchos municipios del país.
Queda en evidencia la importancia de reducir el impacto que genera la industria de las bebidas azucaradas en la salud pública y la garantía del derecho humano a la alimentación saludable. Pero para lograr esa reducción significativa, teniendo en cuenta la evidencia científica sin conflicto de interés como el estudio realizado por Andrés Vecino de la Universidad de los Andes, el impuesto debe ser de 24%, y no el propuesto por Petro que está por debajo del 10% y que en la últimas modificaciones hechas en el congreso exime por ejemplo de impuestos a una de las gaseosas más vendidas de Postobón, la Manzana.
Según estimaciones hechas por los investigadores Andrés Vecino y Daniel Arroyo, un impuesto aún mayor que el propuesto por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) que es del 20%, tendría el potencial de reducir la obesidad en los hogares de ingresos más bajos entre un 5% a un 10%.
En un comunicado expuesto el 25 de agosto de este año por decenas de organizaciones de la sociedad civil en Colombia, proponen que la destinación del recaudo de dicho impuesto sea a inversiones sociales para mejorar el acceso a agua potable y en políticas de prevención en salud pública.
Así, lo ideal es que se creen una una regulación a la industria de las bebidas azucaradas ultraprocesadas, con un impuesto acorde a los parámetros internacionales, con una reglamentación de la publicidad excesiva y que la información que se presenta sea veraz, ética y respaldada por evidencia científica libre de conflicto de interés.
El otro aspecto fundamental sería contar con una estrategía educativa para desincentivar el consumo de las bebidas azucaradas, liberar de impuestos los alimentos saludables para que sean de fácil acceso para la ciudadanía y promover la producción, distribución y consumo de alimentos provenientes de economías campesinas.
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